Autor: C.M., Vanessa
Había oído que eras interesante, seductor, que no distingues entre sexos ni edades, que consumías a las personas, incluso que algunas de esas personas llegaban a dar la vida por ti. Me repugnaba la idea, yo era una persona independiente y no deseaba que nadie ni nada controlase mi vida de ese modo, así que te rechacé insistentemente una y otra vez, no quería saber nada de ti. “Ni loca daría mi vida por ti”, pensé entonces. Tenía que verte todos los días porque el resto de la pandilla te había acogido entre ellos, y a pesar de mis esfuerzos por ignorarte, una tarde de verano, en la plaza donde nos reuníamos para charlar, una compañera de clase con la que te llevabas bastante bien desde hacía unos meses, me dijo: “Si no lo has probado, ¿cómo sabes si te gusta o no?”. Uf, mi respuesta ya la conoces, porque desde entonces no te has despegado de mí.
Un buen día desperté por la mañana después de haber salido el día anterior y descubrí con desesperación que te estabas apoderando de cada célula de mi cuerpo, del dulce aroma de mi pelo, de mis pulmones ya no tan llenos de oxígeno, de mi sistema nervioso, de mi olfato, de mi boca, de mi estómago, de mi VIDA. Me miré al espejo con asco, con repulsión ante una persona que desconocía, sólo te veía a ti, todo mi ser apestaba a ti, todo era negro como tú, te manifestabas en cada flema matinal para recordarme que eras dueño y amo de prácticamente todos mis actos, me decías continuamente que sin ti no podría hacer nada, me había convertido en tu sumisa. ¡Por favor, me estaba volviendo loca o qué! Fue en ese preciso momento cuando realmente supe quién eras, a qué te dedicabas, y te odié y te odio desde ese momento, y lograste que me odiara a mi misma por mi estupidez.
Te conozco muy bien, sé que me harás llorar, sé que sufriré durante unos días, pero hoy te digo ADIÓS, HASTA NUNCA, NO TE NECESITO.
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