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Editorial

Tabaquismo: la mejor inversión

Autor: Abella Pons, Francesc

Corren malos tiempos para la economía. Las dificultades económicas, tanto personales como institucionales, están frenando algunas de las buenas iniciativas que en los ámbitos social y sanitario se venían desarrollando. Lo más fácil ante esta actual coyuntura podría ser el desánimo, la crítica destructiva o el insulto. Pero es precisamente ante estas situaciones donde la creatividad y la originalidad pueden dar importantes frutos.

Es ahora un buen momento para dejar de fumar. En las consultas de desahabituación ya son habituales las motivaciones que tienen en lo económico su reclamo de ayuda. Muchos pacientes ya priorizan el ahorro y dejar de quemar inútilmente el dinero como primer argumento para dejar el tabaco. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el paciente que abandona la adicción al tabaco ahorra dinero a las arcas del Estado, y no solamente a su bolsillo personal. Veamos algunos datos. Según el CNPT, e informado por la Agencia EFE (abril, 2009), el sobrecoste sanitario y social generado por el tabaco ascendió, en el año 2008, a 16.474 millones de euros, lo que supone 433 euros por cada ciudadano adulto. Así mismo, los costes sanitarios directos de las cinco enfermedades más frecuentes asociadas al consumo de tabaco suman, en España, cerca de 7.700 millones de euros anuales. Entre ellas, la que más grava económicamente es la enfermedad coronaria, con casi 3.650 millones de euros anuales, seguida de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cuyo gasto sanitario supera los 2.900 millones de euros.

Por otra parte, de los casi 100.000 millones de euros de presupuesto sanitario anual (tanto público como privado), en torno al 15% está relacionado con el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades propias del consumo de tabaco (CNPT). Otras informaciones hacen referencia al gasto económico del fumador en la empresa. Se calcula un gasto aproximado de 800 euros al dejar de fumar para producir (Terra Actualidad, 2011). Las estimaciones que se hacen en España son muy parecidas a las que se barajan en el conjunto de la Unión Europea. La oficina estadística comunitaria (Eurostat) calcula que el gasto sanitario y social del tabaco supone el 1,7% del PIB.

Hacíamos referencia anteriormente a la propia economía de la persona que fuma. En los actuales momentos, con tendencia a liberarnos de gastos prescindibles (seguros, subscripciones, viajes, cenas, etc.), abandonar el tabaco también entra en esta cuenta. Fumar una cajetilla diaria equivale, aproximadamente, a ahorrarse mil euros anuales. Visto así, parece paradójico adquirir un producto que se autodestruye a los pocos minutos de haberlo adquirido, que ensucia, contamina y deja rastro.

Vemos, pues, que dejar de fumar equivale no solamente a mejorar la salud, sino también a mejorar la economía, tanto la individual como la global.

Vemos, pues, que dejar de fumar equivale no solamente a mejorar la salud, sino también a mejorar la economía, tanto la individual como la global. Los profesionales sanitarios dedicados a combatir el tabaquismo con técnicas, estratégias, habilidades y paciencia saben de los efectos positivos de la sabia decisión de abandonar el tabaco. Si realmente es tan importante, beneficioso y saludable abandonar la adicción, ¿cómo es que nuestros administradores y políticos no actúan en consecuencia? Según afirma Sudip Chattopadhyay, uno de los autores de un estudio publicado en la revista Contemporary Economic Policy (2011), invertir en programas antitabaco permite ahorrar hasta 20 veces lo que cuestan. En nuestro medio, Rodrigo Córdoba opina: “Ni siquiera es válido el argumento de que el Estado tiene en los impuestos especiales al tabaco entre uno de sus más suculentos bocados presupuestarios, porque por esa vía recaudó el pasado año 7.718 millones de euros, lo que significa, a fin de cuentas, que por cada euro ingresado se gastaron dos en costes sanitarios y sociales.

Nos queda todavía mucho tiempo de convivir con el tabaco. No olvidemos que, en definitiva, se trata de un producto de consumo, bien presentado y atractivo y que genera una curiosa dependencia, posiblemente la más democrática de todas: puede afectar a diferentes topologías de personas. El tabaco no es cercano pero ahora es el momento de la reflexión individual por aquello de la mejor decisión en cuanto a la salud y el ahorro. Y también por lo colectivo, ahorrar es cosa de todos.

A todos corresponde la acción contra el uso del tabaco. Los profesionales sanitarios ya llevamos tiempo en la trinchera, ahora toca a las autoridades la implantación de criterios decididos y no perder el terreno hasta ahora ganado. La dificultad económica no debe ser argumento para no proponer, crear y decidir. En la década de los 60, Walter Mischel ideó una serie de experimentos para estudiar la toma de decisiones. Enfrentó a niños de cuatro años a una golosina con la instrucción de no comerla. A cambio, si eran capaces de esperar 20 minutos, obtendrían dos golosinas. Saber esperar, esta es la cuestión, y no destruir el experimento antes de que dé resultados.

 

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