Reflexión
Mi perspectiva del tabaquismo
Autor: Rovira Mestres, Ramon
Cuando era estudiante —allá por 1972— y sustituía al terapeuta titular en la terapia de grupo de los martes o jueves por la tarde en el Hospital Clínic de Barcelona, a los alcohólicos rehabilitados se les dejaba fumar abundantemente. Esa prerrogativa duró poco tiempo más, y fue pronto olvidada como aquel subterráneo, mal ventilado por unos ventanucos altos, del dispensario de Psiquiatría.
¿Puede abandonarse el consumo de cannabis sin dejar la heroína? ¿Se puede dejar el tabaco sin dejar la cocaína? La respuesta sería unánime, tanto de terapeutas como de adictos. El porqué ya no está tan claro; sin duda, es una verdad empírica o quizás el error consiste en nuestra clasificación de las drogas, que es farmacológica y no clínica. Los pacientes rehabilitados en la terapia grupal hablan de la adicción al colocón que admite distintas sustancias, incluso un cierto intercambio entre ellas.
En general, es aconsejable que, con la desintoxicación de la droga mayor se abandonen también, y simultáneamente, las menores.
En general, es aconsejable que, con la desintoxicación de la droga mayor se abandonen también, y simultáneamente, las menores. Pero creo que con el tabaco debe hacerse una excepción y, en todo caso, sólo se puede incluir el tabaco en esa desintoxicación inicial con las siguientes condiciones: primero, una mentalización previa muy buena respecto al tabaco; segundo, que se realice en régimen de ingreso, y tercero, que se utilicen tranquilizantes en la desintoxicación.
¿Cuánto tiempo debe esperar el adicto para enfrentarse a su tabaquismo? Respuesta: más. Hay una diferencia clara entre las drogas y el tabaco: el efecto psicoactivo, que en el tabaco es menor, sobre todo si lo valoramos durante las primeras semanas. Durante los primeros 2-3 meses de abstinencia al alcohol, la heroína o la cocaína, y aprovechando la euforia, el recién desintoxicado pide al terapeuta dejar de fumar. No es el momento, la recaída está mucho más cerca de lo que aparenta. En mi práctica, nunca antes del primer año, y esto es ir muy rápido. Dejar de fumar pide una perspectiva de estabilidad psicológica que, si todo va bien, se produce en el segundo o tercer año de abstinencia para un paciente que está realizando terapia de grupo, es decir, un paciente que lo ves en calma y bien rehabilitado.
En cualquier caso, la regla a respetar es que nadie deja definitivamente una adicción sin mentalización previa, sin haberlo contemplado y evaluado emocionalmente. Por eso, un cocainómano frecuentemente no se plantea dejar el alcohol, y es distinto el caso de un alcohólico, que llega a la consulta por todos los efectos negativos del alcohol y ni piensa en el tabaco, al de un fumador, que llega a la consulta por su tabaquismo y no lo relaciona con su ingesta de alcohol. En este segundo caso, está indicado dejar el alcohol y el tabaco simultáneamente, ya que los mecanismos de control del alcohol y los beneficios de su abstinencia facilitan una mentalización con la abstinencia.
Nadie puede dejar una dependencia sin una buena evaluación emocional previa y una decisión clara.
Nadie puede dejar una dependencia sin una buena evaluación emocional previa y una decisión clara. Hay abstinencias por causa de fuerza mayor externa que, si no se le añade lo anterior, su evolución natural es a la recaída. Este es el caso, por ejemplo, de un paciente adicto a una droga mayor (heroína, cocaína o alcohol) que ha realizado un buen tratamiento durante 2-3 años y que decide dejar de fumar. Fácilmente a los pocos días pueden aparecer deseos intensos y breves de consumo de la droga diana anterior, pero como hacía muchos meses que no los sentía, fácilmente puede asustarse el afectado y recaer en el tabaco al decirse “a ver si por dejar el tabaco recaigo en la cocaína”. Ciertamente, en tal circunstancia volver al tabaco parecería casi justificado y, respecto a posibles recaídas en la droga anterior, me gustaría tener datos más amplios. En tales casos, tan sólo la dinámica de la terapia de grupo resuelve las dudas, sugiere la estrategia más adecuada y facilita seguir en abstinencia de nicotina.
Otra cuestión es:¿El adicto psicótico y fumador puede dejar de fumar? Se trata, quizás, de la situación más difícil con la que puede encontrarse un terapeuta y en la que el fracaso más probable que el éxito. Una vez más debemos plantearnos el principio de que todos podemos dejar de fumar. La pregunta es cómo. El primer paso es dejar las drogas psicoactivas que, además, cortan el paso al tratamiento antipsicótico, el segundo es la compensación psicopatológica realizada con psicofármacos, y el tercero y decisivo es asegurar un entorno familiar y social que supervisen la abstinencia del tabaco y el cumplimiento del tratamiento farmacológico.
Hay que tener en cuenta que en los tratamientos antipsicóticos, en general, disponer o no de un entorno colaborador condiciona el resultado del tratamiento antipsicótico. Por otra parte, en el psicótico la nicotina suele neutralizar los efectos adversos de tipo sedante que acompañan a casi todos los antipsicóticos.
Finalmente, quiero destacar que no todo son inconvenientes para el adicto que quiere dejar de fumar, pues:
– Dejar de fumar puede comentarse socialmente y da prestigio social, es bien recibido por los contertulios, incluso despierta en ellos deseos de dejar de fumar. La respuesta es muy distinta cuando se dice que “estoy dejando la cocaína, el alcohol o la heroína”.
– El adicto rehabilitado da un gran valor a la terapia de grupo y la utiliza espontáneamente para su tabaquismo. Algo parecido necesitamos para el que sólo depende del tabaco.
– El adicto rehabilitado sabe que el dependiente a una sustancia no debe volver a utilizarla nunca jamás, bajo ninguna circunstancia. Este es un duro y decisivo aprendizaje que no suele haber realizado quien no ha visto nunca su vida gravemente alterada. Tiene la inestimable ventaja de haber dicho NUNCA MÁS a todas las drogas.
Descargar BOLETÍN 16 / octubre 2009