Autor: J.P.
Dejar el hábito de fumar, o mejor dicho, dejar de llevar algo en la boca que hecha humo y perjudica a uno mismo y a los de su entorno sin tener en cuenta su opinión.
Mi experiencia en eso del tabaco es que era un fumador empedernido y que ha sido muy positivo en cuanto dejé de fumar.
Yo no creía que pudiera dejarlo porque me veía incapaz, siempre lo dejaba para otra ocasión, mañana lo dejo, y de un día a otro, y así pasaban los días y yo continuaba fumando. Pero un buen día hablé con mi médico de familia y me orientó hacia un especialista que me aconsejó el camino a seguir para llegar a buen puerto, ya que por mí mismo me era imposible conseguirlo.
Quizás os preguntaréis: ¿Es difícil dejar el tabaco? ¿Cuáles son las consecuencias que puede conllevar? Para mí en particular, gracias a los consejos recibidos, no fue muy difícil, no me subía por las paredes ni estaba de mal humor, ni nada de lo que dicen por ahí. En cuanto a las consecuencias, todas positivas: mucho menos cansancio, nada de tos por las mañanas, tener más paladar en los alimentos y, por lo tanto, saborearlos mejor, poder hacer planes o planear salidas sin pensar en: «¿Tendré suficiente tabaco? ¿Se podrá fumar allí donde vamos?… Y lo más importante, ya no tengo que preocuparme de donde estoy, quién está a mi alrededor para poder encender un pitillo. Salgo ganando yo y los que están a mi lado o cerca de mí.
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