Autores: Chon y José Luis
Sí, llevamos ya tres meses sin fumarnos un cigarrillo. Empecé con mi marido. Él fumaba 40 cigarros diarios y yo, aunque sólo fumaba 10 cigarros diarios, estaba harta del tabaco. Un buen día, con mi marido nos planteamos iniciar el tratamiento de deshabituación tabáquica, y el uno por el otro nos animamos mutuamente. Sabíamos que lo teníamos que intentar con ayuda, porque solos no lo conseguiríamos. Hay que decir que aun así teníamos nuestros recelos, y yo tenía mis dudas que lo pudiéramos conseguir.
Fuimos a la consulta, nos informamos, escuchamos y nos terminamos de convencer. Nos pusimos en tratamiento, con parches y chicles. Seguimos las pautas que se nos propuso para la deshabituación y es cierto que no sufrimos ni lo pasamos tan mal como nos pensábamos los dos. Pasó la primera semana, era increíble, no tenía ganas de fumar, le preguntaba a mi marido cómo estaba y hablábamos del tema con mucha alegría.
Mi marido ha hecho un gran esfuerzo, porque fumaba mucho; yo fumaba mucho menos, pero siento haber ganado una gran batalla. Me he desprendido de algo que odiaba mucho y que a la vez me gustaba. El día que me fumé el último cigarrillo no le hice una despedida ni guardé la cajetilla de recuerdo. Le tenía tanto rencor…
Los días ahora para mí son mucho mejores, me siento con más ganas de hacer cosas. Esta euforia diaria me gusta.
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