Editorial
Tabaco, adicciones y salud mental
Autor: Celma Merola, Jaume
Como es bien sabido, la vinculación del tabaco y la salud mental es estrecha y enormemente conocida por los que nos dedicamos a este mundo. Por un lado, por la fatalidad de sus consecuencias, pero también por los efectos neurobiológicos beneficiosos de la misma. El Ministerio de Sanidad reguló el consumo del tabaco y lo prohibió en todas las instituciones sanitarias publicas, excepto en aquellas, y sólo en aquellas donde se traten a personas con problemas mentales.
Me referiré aquí a cuáles son los aspectos neurobiológicos que hacen que nuestros pacientes se inclinen en su uso-abuso y cómo nosotros podemos hacer algo por ellos para contrarrestarlos.
El tabaco es una sustancia psicotrópica que estimula de forma activa el sistema nervioso central (SNC) provocando un placer momentáneo en nuestros pacientes que hace de su utilización una razón de ser y un hábito a la vez. Por otra parte, y sabiendo que en la mayoría de los trastornos mentales y adicciones el papel de la ansiedad casi siempre está presente, el tabaco reduce los efectos de la misma y provoca distensión. También existe una modificación en cuanto al estado de ánimo mejorándolo considerablemente y los pacientes encuentran una mejoría significativa en la memoria y la intensificación del conocimiento cognitivo, favoreciendo, en algunos casos, el aprendizaje mientras consumen, no siendo así en su abstinencia.
En algunos casos, el tabaco es utilizado por nuestros pacientes como herramienta para contrarrestar y disminuir los efectos adversos generados de la medicación incrementando su consumo, lo que me lleva a la disyuntiva de pensar: ¿cómo podemos los profesionales ayudar a este colectivo si existen todos estos factores a su favor? Se me ocurren algunas ideas.
Si en consulta, al menos desde la ultima década y, en la actualidad, se le resta importancia al hecho de que un drogodependiente o un esquizofrénico sea consumidor de tabaco; aludiendo que “…era un mal menor…”, incluso en dosis altas, y tampoco se ha invertido tiempo en fabricar mecanismos de detección, evaluación y tratamiento para este colectivo, ¿cómo es posible ayudarlos? Simplemente no podemos, así no. Hay que romper con esos tópicos y aunar fuerzas y tratar al paciente en su globalidad, enfermedad primaria y adicciones asociadas conjuntamente.
La dependencia se mueve actualmente en las tres líneas, física, psicológica y social, y ya que las dos primeras son abordables desde el área de la medicina, la psicología y la psiquiatría quizás deberíamos empezar a trabajar con más fuerza en aquellos aspectos que hacen del tabaco algo socialmente aceptable, promover alternativas al consumo, investigar y realizar programas masivos de prevención en todas las áreas de salud, y todo esto realizarlo conjuntamente con las autoridades competentes, eso sí, siempre y cuando estén dispuestas, muy a su pesar (estoy seguro) a dejar de engrosar sus arcas en beneficio de la salud.
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