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Opinión cualificada

Tabaco y cine. Parte II

Autor: Córdoba García, Rodrigo

Poca gente sabe que muchas estrellas adictas a la nicotina en su vida privada, como Steve Mc Queen, Melina Mercury, Humphrey Bogart, Gary Cooper, John Wayne, Victor Mature… fallecieron de cáncer de pulmón; Yul Brinner y otros, de cáncer de laringe; John Huston y Robert Mitchum…, de enfisema, y Lucille Ball, de aneurisma de aorta. Esos y no otros son los verdaderos motivos que empujaron a muchos actores de Hollywood a abandonar el consumo habitual de tabaco en su vida privada.

Sin embargo, en el cine de Hollywood se sigue fumando en el siglo XXI igual que en los años 50, y eso se puede comprobar al analizar las películas del periodo 1950-20001. La única diferencia es que ahora algunos guionistas, productores, actores y actrices cobran un buen plus por ello, o incluso por fumar en actos públicos fuera del rodaje o aparecer con el cigarrillo en reportajes para la prensa. Por el contrario, cuando se rodó Casablanca seguramente nadie percibió un dólar –aunque no pondríamos la mano en el fuego–, porque sencillamente casi nadie era consciente de los devastadores efectos del tabaco en la salud.

El mundo del cine debería rechazar estos “mecenazgos” que, finalmente, le van a salir muy caros al contribuyente en términos de salud y de costes económicos diferidos.

El mundo del cine debería rechazar estos “mecenazgos” que, finalmente, le van a salir muy caros al contribuyente en términos de salud y de costes económicos diferidos. No estamos diciendo que pueda acusarse al cine y a los actores de provocar cáncer y enfermedad, pero sí que el cine y la televisión no deberían prestarse a promocionar un producto que sí lo hace.

Afortunadamente, la industria del cine esta reaccionando bien, aunque algo tarde, desde la perspectiva de la responsabilidad social y de la salud pública. La patronal del sector cinematográfico en Estados Unidos –Motion Picture Association of America (MPAA)– decidió en mayo de 2007 empezar a considerar el consumo de cigarrillos como si fueran escenas de sexo o violencia a la hora de adjudicar la clasificación de cada película en cuanto a la franja de edad que se recomienda. En realidad, la mortalidad diferida causada por el consumo de tabaco tiene una magnitud incomparablemente mayor que la causada por la guerra y la violencia.

La productora Disney y sus sellos asociados Touchstone y Miramax han decidido eliminar el tabaco de las producciones para menores y restringir hasta lo razonable la presencia de tabaco en películas de adultos.

El presidente de Disney, Robert A. Iger, afirmó: “Un villano puede ser malo sin fumar, lo mismo que un héroe puede ser atractivo sin un pitillo.” Por otro lado, los estudios Universal Pictures también han puesto en marcha una política encaminada a reducir el tabaco en las producciones para jóvenes. Otros estudios también han contemplado la posibilidad de reducir el tabaco, siempre respetando la libertad creativa de los directores. El congresista demócrata Edward J. Markey, presidente del subcomité de telecomunicaciones e Internet en el Congreso de EE.UU. hizo declaraciones públicas aplaudiendo las nuevas decisiones de los estudios.

Algunos países han emprendido iniciativas reguladoras para intentar conjugar libertad de expresión y salud pública. La India obliga a incluir en campaña advertencias sanitarias siempre que hay una escena de tabaco en televisión o en cine. Tailandia obliga a “pixelar” el cigarrillo como se hace con las caras de los menores de edad, las imágenes de sexo o los agentes de la autoridad en la televisión en la mayoría de países. Esa obligación desincentiva a los distribuidores de films cargados de escenas de tabaco. No estamos proponiendo la prohibición de las escenas de tabaco en el cine. Suprimir todas esas escenas comprometería la libertad de creación y, además, haría perder muchas oportunidades de proporcionar mensajes educativos y positivos como los que aparecen en películas como El dilemaUn trabajo italianoMr. Doubtfire o Constantine.

Muchos pensamos que realmente es posible establecer un límite entre la libertad de expresión y creatividad de los cineastas y la posible publicidad encubierta de un producto como el tabaco, sin que ello suponga ninguna censura ni restricción para las primeras. No existe base argumental para apoyar la idea de que eliminar o reducir el tabaco de las nuevas producciones cinematográficas suponga “limitar el arte”. Si alguien ha utilizado en el pasado la censura en el cine o la televisión no han sido los abogados de salud pública, sino las propias tabaqueras: en 1947, cuando los cigarrillos Camel comenzaron a patrocinar el programa de noticias de la cadena estadounidense NBC, la tabaquera R.J. Reynolds prohibió la aparición de planos en los que pudiera verse una señal de “no fumar”. Los guionistas de la serie Man Against Crime,también patrocinada por Camel, recibieron instrucciones tan precisas como estas: sólo podían fumar los personajes positivos de la obra, nunca los personajes negativos o antipáticos; los cigarrillos se debían fumar relajadamente, no compulsivamente o para calmar los nervios; los personajes no debían toser; debía evitarse la aparición de médicos, y debían eliminarse los letreros de “prohibido fumar”, incluso en gasolineras.

La libertad de expresión no puede ser la coartada universal para proteger intereses económicos sectoriales a través de la promoción entre los menores indefensos del uso de tabaco sin un adecuado contrapunto educativo. Este contrapunto podría ser la obligatoria compañía de padres o tutores y emitir anuncios sanitarios en la misma sala de proyección que ofrezca información completa y veraz sobre sus riesgos. Estos anuncios sanitarios se podrían incluir dentro del propio largometraje para que cuando se reproduzcan por vídeo o sea emitido por televisiones se puedan contemplar.

En el futuro, las secuencias de tabaco en el cine comercial resultarán tan inaceptables para la sensibilidad del común de las personas como resulta ser ahora la bofetada de Glenn Ford a Rita Hayworth en Gilda. Pero, por el momento, algunos seguirán haciendo una defensa tan tenaz y vehemente de la “libertad de expresión” que parecen querer apropiársela, aunque debajo de esas actitudes subyace el hecho de que la aplicación de medidas reguladoras de la excesiva aparición del tabaco en el cine podría mermar la promoción de los productos de las tabaqueras y, con ello, sus propios intereses económicos.

 

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