Opinión cualificada
El proceso de recaída. Resumen de ponencia – II Jornada de Tabaquismo – Lleida, 9 de febrero de 2007
Autor: Quesada Laborda, Mónica
Alrededor de un 70% de los fumadores se han planteado dejar de fumar en algún momento de sus vidas. Sin embargo, el porcentaje de éxito de estos intentos de abandono es escaso, no alcanzando el 5% de abstinencias al año en aquellas personas que lo intentan realizar sin ninguna ayuda y llegando como mucho al 40% cuando se ha llevado a cabo un tratamiento especializado.
En muchas ocasiones se ha considerado la recaída como el resultado de un tipo determinado de tratamiento más que como un proceso dinámico en el que intervienen factores tanto ambientales como individuales que pueden predisponer y/o precipitar un primer consumo después de la abstinencia o la progresión a la recaída.
Dentro de estos factores que pueden determinar un primer consumo o lapsus después de la abstinencia, los más relevantes son la disponibilidad de cigarrillos en el entorno inmediato del fumador, la aparición de emociones negativas de forma brusca e inesperada, la presencia de síntomas de abstinencia intensos duraderos y frecuentes, y la falta de utilización de estrategias adecuadas de afrontamiento (cognitivas y/o conductuales).
La mayor parte de estos lapsus conducen a una recaída en poco tiempo. El segundo consumo suele producirse dentro de la misma semana y la recaída está presente antes del mes. Esta progresión suele estar determinada principalmente por las características de este primer consumo (grado de satisfacción con el mismo, cantidad de tabaco consumida, situación en la que se produce) y por como la persona resuelva el efecto de violación de la abstinencia, esto es, el conjunto de reacciones emocionales y cognitivas caracterizadas por sentimientos de culpa y atribuciones internas negativas y globales que producen una disminución en la autoeficacia y que pueden conducir a consumos sucesivos.
Además de estos factores precipitantes, existen un conjunto de variables individuales y ambientales que pueden cumplir una función de predisponentes en este proceso. Respecto a las variables del propio individuo, la historia de consumo, el estilo de afrontamiento, la motivación, la autoeficacia, la presencia o no de otros trastornos mentales, así como factores demográficos como la edad, el género y el nivel socioeconómico parecen ser relevantes. En el entorno más inmediato del fumador, parecen tener relevancia el grado de apoyo social percibido y la presencia de fumadores en la vida diaria de la persona. Desde una visión más global, se ha observado que la existencia de políticas de control del tabaquismo podría favorecer que no se produzcan recaídas a medio y largo plazo.
Es fundamental a la hora de diseñar programas de tratamiento para dejar de fumar que el proceso de evaluación contemple este tipo de variables si queremos que nuestras intervenciones sean efectivas.
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