Autores: Fabregat Agost, Alicia; Khalaf Ayash, Ahmad
Hoy en día las mujeres forman más de la mitad de las sociedades y no son ajenas a las consecuencias de la epidemia del tabaquismo, pues los intereses de la industria tabaquera durante el último siglo han conseguido cercar a la mujer, introducirla en el mercadillo explotador y utilizarla como presa fácil por sus propias circunstancias de género. Las mujeres deben abanderar el control del tabaquismo y, desde la responsabilidad, deben tener una función como interlocutoras válidas en la resolución de los conflictos generados por éste, y un papel como parte afectada en lo general y en lo específico. Pues no son pocas las enfermedades y las consecuencias atribuidas al tabaquismo en la mujer, tales como la infertilidad, la osteoporosis, los problemas en la concepción, la sobrecarga publicitaria de patrocinio o promoción, los problemas respiratorios, los cardiovasculares, los tumores malignos o los problemas durante la gestación.
El tabaco está identificado por la OMS como factor que contribuye a la desigualdad de género y lesiona el principio del derecho de la mujer a la salud como derecho humano fundamental.
El tabaco está identificado por la OMS como factor que contribuye a la desigualdad de género y lesiona el principio del derecho de la mujer a la salud como derecho humano fundamental. Y aunque la entrada en vigor de la nueva legislación es motivo, sin duda, de esperanza, pues se presupone que pretende defender a todos y a todas por igual, incluidos a los más débiles o a los más vulnerables, debemos esforzarnos en conseguir su cumplimiento. No se trata de prohibir el consumo de tabaco en espacios permitidos por la ley, sino de enseñar a la gente a ser responsable con sus acciones de consumo, a través de la solidaridad, la justicia y el conocimiento de la realidad.
En nuestro país observamos cifras alarmantes de consumo, ya que la prevalencia del tabaquismo entre mujeres de menos de 45 años (en plena edad reproductora), es del orden del 40-50% (siendo del 2-5% entre las de 45 años en adelante). Según Martínez-Frías (2005), no se ha producido en los últimos años una disminución significativa en la prevalencia de mujeres que fuman durante el embarazo, ya que ésta se sitúa en el 30% (superior al resto de Europa). Actualmente las mujeres de clase social alta y de mayor nivel de instrucción dejan de fumar con mayor frecuencia y lo hacen antes, patrón que se repite durante el embarazo. Hay que destacar la notable proporción de mujeres fumadoras que abandonan el consumo durante el embarazo (alrededor del 25%, de las que el 11-19% lo hacen al principio del embarazo). Pero lamentablemente, muchas de estas mujeres reinician el consumo de tabaco apenas culminado el parto (70%).
Una de las últimas aportaciones en el estudio de los efectos adversos de la exposición prenatal al tabaco es la observación de una disminución de los parámetros de crecimiento postnatal, incluso en los niños que estuvieron expuestos de forma pasiva después del nacimiento, y que se añade a lo ya sabido desde hace tiempo, como la relación del tabaquismo con la muerte súbita del recién nacido, la génesis del asma bronquial o su agravamiento (postnatal), las alteraciones del comportamiento y los problemas de aprendizaje durante la infancia y el alto riesgo de desarrollar una dependencia de la nicotina durante la adolescencia, entre otros aspectos.
Por todo lo dicho, la mayoría de autores consideran que las campañas de información y educación, así como las estrategias sociales y sanitarias encaminadas a que las mujeres no fumen durante el embarazo, no están siendo efectivas (sobre todo en las poblaciones de menor nivel sociosanitario), por lo que deberían modificarse para que lleguen a toda la población, con especial referencia a las mujeres más jóvenes y de menor nivel educativo. Sólo el 59% de los profesionales ofrecen ayuda y únicamente el 38% ofrecen material de ayuda. Además, sólo el 49% de los ginecólogos aconsejan sistemáticamente dejar de fumar. Y únicamente el 28% comentan la estrategia para lograrlo.
Hoy las mujeres están más informadas que nunca sobre todos los aspectos de su embarazo, pero injustamente desinformadas y “abandonadas a su propia suerte” en el tema del tabaquismo y del daño que produce. Pero dado que sí que se registra un mayor porcentaje de mujeres que dejan de fumar durante el embarazo, más que en cualquier otra etapa de sus vidas (ya sea de manera espontánea o asistida), la aplicación de programas que hagan hincapié en el embarazo y la incorporación del consejo profesional a la rutina asistencial, de forma integral, puede aumentar los índices de abandono del hábito. La mujer en edad reproductiva debe conocer todos los efectos del tabaco para valorar la necesidad de dejar de fumar y cuidar la salud de su hijo desde el mismo momento de la concepción. No se trata de estigmatizar (más de lo que ya está) el consumo de tabaco durante el embarazo, ni de perseguir, ni de culpabilizar, ni de considerar “malas” madres a aquellas mujeres que fuman durante la gestación. Se trata de comprender que son fumadoras que en muchos casos necesitan ayuda profesional para salir de su situación, y que no es ético dejarlas sin esa ayuda.
En un sentido amplio de la justicia, todas las gestantes deberían recibir el consejo de dejar de fumar y la ayuda para hacerlo, y las campañas deberían llevarse a cabo no sólo durante el embarazo, sino en toda la edad reproductiva o cuando se planea tener un hijo. Desde la posición privilegiada de los profesionales de la salud, la intervención se debe llevar a cabo cuanto antes y la ayuda debe ser generosa, sin juzgar, ofreciendo un tratamiento individualizado y a medida e informando sobre todas las alternativas terapéuticas (conductual y farmacológica). Además, es necesario, por un lado, genera-lizar el uso de las “5 aes” (averiguar, aconsejar, apreciar, ayudar y acordar) como intervención conductual de primera línea y, por otro, sensibilizar, estimular y valorar el uso de la TSN entre las gestantes, siempre bajo supervisión médica, dado que en numerosos estudios científicos se ha demostrado su eficacia. Abordar el tabaquismo de las gestantes fumadoras esforzándose en mantener el abandono del tabaco más allá del parto es una necesidad y una responsabilidad ética por parte de los profesionales comprometidos con la salud de la madre y el niño, y por parte de las autoridades sanitarias que deben velar por el cumplimiento de la nueva ley y favorecer el desarrollo de campañas y programas de sensibilización, ayuda e información, no sólo para la protección de la salud de los no fumadores en general, sino, y muy especialmente, la de las mujeres en edad reproductiva, la de las embarazadas y la de los niños, cuyos derechos deben ser respetados por encima de todo.
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