Autor: Fontanet, Ramona
Llevo tres años, diez meses y unos días sin fumar. El tabaco formaba parte de mí, hasta tal punto que me era imposible hacer cualquier actividad diaria sin contar que en cualquier momento podía fumar.
Saber que no tenía tabaco era sentir ansiedad, malhumor. Era dependiente.
Por qué dejé de fumar no fue cuestión de salud, sino por la dependencia que tenía. Podía no comer durante horas, pero no dejar de fumar durante un periodo corto de tiempo.
Me costó mucho darme cuenta de que era así. Sentí vergüenza de la poca voluntad que demostraba en este aspecto, siempre tienes una excusa para justificarte: cuando quiera lo dejaré, de algo tengo que morir…
Tuve la suerte que laboralmente me facilitaron poder contar con ayuda especializada.
Me lo propuse y lo conseguí. No todos los del grupo que iniciamos el tratamiento lo consiguieron, es una pena, aunque a mí esto me sirvió para demostrar que si quería lo podía hacer.
Pensé y sigo pensando que si conseguía dejar de fumar podía proponerme cualquier cosa. Convivo con personas cercanas que fuman. Nunca les he impedido que lo hagan delante de mí.
Cada día soy más consciente de lo poco considerada que fui durante años con las personas de mi alrededor que no fumaban, de las largas reuniones de trabajo, cigarro tras cigarro… aparte del coste económico que suponía.
Estoy contenta de mi nueva situación.
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