Autor: Redacción
Se está reactivando de nuevo una antigua necesidad: habilitar todos los espacios de restauración, de los más pequeños a los más minúsculos, como zonas más limpias, menos contaminadas y libres de riesgo de enfermar, es decir, sin humo de tabaco. Muchos hemos ya reaccionado a los diversos globos sonda que desde las instituciones sanitarias se van lanzando. Los profesionales sanitarios, aportando los lógicos argumentos, y algunos propietarios y representantes de hostelería, aduciendo diversos argumentos, como los que hacen referencia a la libertad del fumador, a la capacidad de escoger entre fumar o no fumar y de hacerlo allí donde les plazca.
Diversos modelos psicológicos nos explican la importancia, en el proceso evolutivo de la persona, de la progresiva adaptación: adaptación a normas y reglas.
Este discurso es de fácil contestación: libertad por libertad, la de la mayoría, y esto ya es decir mucho. Pero habría otro punto de vista quizás más profundo. Diversos modelos psicológicos nos explican la importancia, en el proceso evolutivo de la persona, de la progresiva adaptación: adaptación a normas y reglas. Por este camino llegaríamos a hablar, incluso, del proceso de culturalización al que tanto debemos. En este discurso evolutivo, el niño pasa a adolescente, y ya sabemos qué significa esto: rebeldía, queja, inquietud, duda, cambio, oposición, etc. Esta fase culmina con una integración y una aportación positiva. El joven adolescente aprende, asume y acepta, lo que le permite una correcta adaptación en una sociedad cargada de normas y límites. Pero, por otra parte, en este crítico proceso el adolescente hace aportación de su creatividad y vitalidad. Según esto, todos ganamos.
Podríamos interpretar, en cierta manera, que algo parecido sucede en este momento social. Las normas están, entre otras cosas, para seguirlas, y son ellas mismas las que nos organizan, nos conducen y, también, nos protegen, especialmente aquellas que tienen que ver con la salud. Otra cosa es que a alguien no les gusten, pero si no fuera así, y haciendo referencia a una pretendida libertad de expresión, no existirían límites de velocidad, ni horarios, ni leyes ni límites.
El Gremio de Hostelería quizás debería hacer un esfuerzo por subir este peldaño en la maduración social y aceptar lo lógico, lo correcto y lo que dicta el sentido común y dejar fuera los miedos a perder (dinero o clientes). Nadie habla de prohibir fumar, simplemente es ofrecer la posibilidad a las personas que utilizan y trabajan en locales de hostelería de enfermar menos, o incluso de no hacerlo, por culpa del humo del tabaco.
El trauma de la aceptación será breve y pasajero, en poco tiempo no lo recordaremos, e incluso lo agradeceremos. Gracias a no fumar en espacios pequeños, grandes o medianos se ensuciarán menos las paredes, los manteles se quemarán menos, los camareros y las camareras toserán menos, gastarán menos dinero en ambientadores, quizás las primas del seguro contra incendios disminuyan, etc. Este es el precio por el bien común, una breve adaptación a la normalidad y al sentido común, como hacerse mayor.
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