Opinión cualificada
Mitos y verdades acerca de la prohibición del consumo de tabaco en el mundo de la restauración. Sobre el consumo de tabaco y los locales de hostelería.
Autor: Abella Pons, Francesc
Mucho se sabe y mucho se ha dicho ya acerca de los efectos perjudiciales del tabaco, así que no haremos aquí y ahora una extensa explicación. Las evidencias científicas, sanitarias y sociales son un buen testimonio de ello. Aun así, en España todavía hay, anualmente, entre 55.000 y 60.000 muertes atribuibles a esta sustancia (contra las 8.500 atribuibles al alcohol).
De estas muertes, 3.200 son debidas al tabaco pasivo. Este es, por ahora, el gran reto que tenemos delante. La exposición al humo del tabaco es acumulativa: cuantas más horas de exposición, más riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la sustancia. Se estima que en España se registran 1.000 víctimas anuales sólo entre los trabajadores del sector de la hostelería.
Así pues, no es de extrañar el interés de las autoridades sanitarias en poner solución al problema. Las normas, prohibiciones y regulaciones son de difícil aceptación, pero la sociedad está llena de ellas, unas cómodas y otras incómodas, pero con la única finalidad del bien común. Nuestros padres explicaban que antes se podía escupir en muchos locales (en la barbería, en el bar, etc.) dentro de unos recipientes preparados para este fin. Ahora nos parecería del todo antihigiénico, e incluso asqueroso. A nuestros nietos les parecerá imposible que en los bares y restaurantes se pudiera fumar. La reciente Ley 28/2005 se atrevió con unas normas bastante valientes, como prohibir totalmente la publicidad y promoción de los productos derivados del tabaco. Prohibió, también, fumar en espacios de más de cien metros cuadrados y dejó a voluntad de los propietarios de bares y restaurantes la decisión de dejar fumar o no en los espacios de menor tamaño. La próxima ley también lo prohibirá, ya que el derecho de los trabajadores, en primer lugar, y de los clientes, después, a no respirar un humo con un elevado potencial contaminante prevalece sobre los intereses económicos.
Durante este período de aplicación de la ley y de las temidas restricciones, se han publicado múltiples trabajos científicos que demuestran su acierto. Los ingresos hospitalarios por cáncer se han reducido entre un 8% y un 40%. Asimismo, los ingresos hospitalarios por infarto agudo de miocardio han decrecido un 17%. Otro estudio sobre los síntomas respiratorios y la exposición al humo ambiental del tabaco en una cohorte de trabajadores de bares, restaurantes, pubs y discotecas de cinco comunidades autónomas (de octubre a diciembre de 2005, antes de la aplicación de la ley, y de octubre a diciembre de 2006, después de la ley) ha demostrado que los trabajadores no fumadores de establecimientos con prohibición total de fumar gozaron de una mejora de su salud respiratoria. Se observó una reducción significativa del 98,1% de los síntomas respiratorios estudiados, mientras que no se apreciaron cambios significativos entre los trabajadores de establecimientos donde se permitía fumar, tanto en zonas habilitadas como en todo el local.
Los argumentos sanitarios son bastante contundentes. Pero, entonces, ¿por qué se sigue cuestionando el tema? Son varios los argumentos dados por la industria de la hostelería: por ejemplo, que en Irlanda se habrían perdido el 24% de los bares (de 6.896 a 5.211) y el 8% de los restaurantes (de 4.279 a 3.908).
La realidad es que antes de la entrada en vigor de la ley que prohibía fumar en los bares irlandeses las ventas de alcohol cayeron un 15% entre 2001 y marzo de 2004. Los datos de la Central Statistics Office revelaron que los beneficios de los bares cayeron un 3,8% durante los primeros nueve meses de la ley, pero subieron un 2,3% entre septiembre y noviembre del 2004. En este mismo país, el primer año de la ley los ingresos cayeron un 1% respecto a los tres años anteriores. Los hosteleros aseguraban que los ingresos se reducirían en un 24% desde el primer año. Otro estudio realizado en 38 locales, antes y después de la ley, demostró que la contratación de personal creció un 11%.
En España, la asociación Unión de Consumidores de Galicia refiere que los locales públicos que decidieron prohibir totalmente el consumo de tabaco en su interior registraron beneficios económicos. Además, los locales de comida rápida —muchos de ellos han apostado abiertamente por declararse espacios sin humo— han aumentado su facturación en un 3% al año después de la ley. Hay otros datos de peso: el 68% de la población es partidario de que se prohíba totalmente fumar en espacios de ocio y restauración, el 32% dice que iría más a estos sitios si se aplicara la prohibición, mientras que el 16% afirma que sus visitas a bares y restaurantes disminuirían si se tomara esta medida.
Una cosa sí es cierta, siempre cerrarán bares y restaurantes, como también cerrarán talleres mecánicos, gestorías, zapaterías o cualquier otro negocio de atención al público. En un establecimiento en el que se trata bien a la gente, donde se come calidad y a un precio razonable, el hecho de que se permita fumar o no seguramente afectará poco a su economía y a su futuro como negocio.
Una cosa son los datos contrastados y la otra, muy diferente, la psicosis de caos y de ruina que se quiere transmitir. No puede ser que los intereses de unos prevalgan sobre la salud de todos. Habría que recordar una célebre frase de Sir George Young, diputado conservador y ministro de Sanidad de Inglaterra que, ya en 1979, decía que la solución al problema del tabaquismo no se encontraría en los laboratorios de investigación ni en los quirófanos de los hospitales, sino en los parlamentos de las naciones democráticas.
Los argumentos aportados tanto por la industria del tabaco como por la hostelería son fruto, muchas veces, del miedo a lo desconocido y del propósito de generar confusión entre la gente. En 1990, un artículo en el periódico Abc contaba que los atascos de tráfico aumentarían seriamente por la prohibición de fumar en los transportes públicos, ya que los fumadores no tomarían ni el metro ni el autobús y se lanzarían a las calles con sus coches. Dejemos que los que entienden del tema tomen las decisiones correctas, las que tienen que ver con el bien común y la voluntad de la mayoría.
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