Autor: Cruz Cubells, Josep Lluís
En el reciente VII Congreso del CNPT (Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo) de Castellón me pareció que quedaba claro un mensaje ambivalente. En positivo, la situación generada por la aplicación, aunque irregular, según las comunidades autónomas, de la Ley del Tabaco (28/2005). Se objetiva una reducción del consumo de tabaco estimado en un 4%; tenemos datos favorables en las tasas de consumidores y de deshabituaciones y parece tocar techo la feminización del hábito tabáquico. En negativo, una cierta sensación de desencanto al ver que no conseguimos hacer disminuir la cantidad de gente que se inicia en la adicción tabáquica y que, en el momento de dejarlo, los grupos sociales más desfavorecidos lo tienen peor. Como era de esperar, las empresas tabaqueras han intentado frenar la progresiva pérdida de clientes adultos con múltiples tácticas. El eje central ha sido aumentar la presión publicitaria sobre los adolescentes más jóvenes, las mujeres y los ciudadanos de los países económicamente desfavorecidos. Simultáneamente, se han lanzado a una ofensiva de buena imagen, de benefactores sociales, que incluye esponsorizaciones de importantes programas sociales o culturales. Este es el caso, por ejemplo, de Altavista (ex-Tabacalera) y del Festival de Cine de San Sebastián. En la misma línea, en la web de Imperial Tobacco Canada dicen que para ellos tener “éxito en los negocios significa más que producir beneficios. Nosotros sentimos que para ser realmente exitosos, debemos contribuir al desarrollo y crecimiento de la sociedad”.
Me detendré un momento en los adolescentes. Son un grupo que normalmente no está demasiado cerca del sistema sanitario. La marca de claridad de la ley del tabaco les ha dejado, en la práctica, en la calle (no pueden entrar en locales donde se fuma, pero sí pueden encontrar lugares en los que se les venda el tabaco). Son especialmente vulnerables a la presión de la publicidad, de su grupo de amigos, tienen deseo de disfrutar de nuevas experiencias y sensaciones y pueden fácilmente identificar el tabaco con un elemento clave en su paso a la edad adulta.
Los estudios muestran que los adolescentes se inician en el hábito con una clara carencia de conciencia del poder adictivo de la nicotina.
Los estudios muestran que se inician en el hábito con una clara carencia de conciencia del poder adictivo de la nicotina. Sabemos que de 9 cada 10 adultos fumadores han empezado a fumar antes de los 18 años. Pese a esto, sólo el 5% de los que se inician en el consumo piensan que continuarán fumando 5 años después, aunque los estudios muestran que el 75% de ellos seguirán fumando como mínimo 8 años más.
Otro argumento recurrente entre los adolescentes para iniciarse es aquel de “todos mis compañeros fuman”. La percepción no liga con la realidad, puesto que sólo fuman una décima parte de los adolescentes de 13 años y un 25% de los de 15. Lo que traduce esta expresión es que la conducta de fumar es mucho más visible que la de no hacerlo. También los que van en coche a las ciudades creen que hay muchos menos peatones de los que en realidad hay.
Hace años que desde diferentes ámbitos se impulsan muchas iniciativas para afrontar el problema del consumo tabáquico en la adolescencia. Los que intentan animar a dejarlo, como el programa auspiciado por la OMS de Déjalo y gana, o proyectos de tipo más colectivo (Clases libres de humos, Escuelas libres de humo…) donde se ofrece también facilidades para la deshabituación tanto a docentes como alumnos o programas de promoción de la actividad deportiva (el 70% de los adolescentes de entre 13 y 15 años no hacen caso). Está claro que será necesario insistir en estas iniciativas y en otras que contemplen diferentes abordajes para chicos y chicas, por ejemplo.
Pero hay elementos muy importantes que no están en nuestras manos decidir, pero sí pedir. La revisión de la Ley del Tabaco y la política de subvencionar los tratamientos que han mostrado eficacia para ayudar a dejar el hábito tabáquico. En este sentido, el mensaje final del congreso era claro: “Era necesario que la ley fuera más hacia delante, que prohibiera fumar en todos los locales públicos (bares, restaurantes…), tuvieran las dimensiones que tuvieran. Y eso que el congreso se hacía en Castellón, que pertenece a una comunidad que, como otros gobernadas por el Partido Popular, han aprobado muchas restricciones a la citada ley.”
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