Autor: Samper, Xavier
En la evolución en el ámbito de las adicciones, sobre todo con referencia a los procesos neurobiológicos, debemos contemplar el proceso de la recaída como parte integrante del proceso adictivo y, en muchos casos, necesario para un correcto enfoque terapéutico y una continuidad del mismo. El hecho de recaer lleva implícito unos principios asistenciales: en primer lugar, la recaída como expresión sintomática entendida como parte del proceso, y, en segundo lugar, la recaída que condiciona una actitud rígida ante los pacientes de exigencia de abstinencia. Así pues, debe intentarse variar la concepción que tenemos de la recaída y no verse como algo rígido y lineal con una temporalidad formada por etapas a conseguir, sino como algo dinámico, parte del proceso terapéutico y en espiral.
Llegados a este punto, hay que matizar e identificar dos procesos: ABSTINENCIA, la ausencia de consumo continuado, y RECAÍDA, habitualmente considerada como el reinicio del consumo de una sustancia que era previamente objeto de dependencia. A grandes rasgos, la recaída se define como el proceso de retroceso a patrones de comportamiento y pensamiento (conducta) de la adicción activa, que ya se habían superado y que finalmente llevan de vuelta al estado de enfermedad activa (consumos) existente antes de comenzar la recuperación. A su vez, dentro de la recaída se pueden considerar diferentes procesos: el primero es la actitud de recaída, es decir, el proceso conductual previo a un posible consumo, que puede entenderse como el conjunto de acciones verbales y no verbales que se ponen en marcha de manera inconsciente (efecto lighting) y que obedece a dos factores neurobiológicos y a determinantes externos y/o internos, y, el segundo, los patrones de consumo previos (consumo puntual, desliz y consumo mantenido).
La evolución del consumo puntual en la recaída/ consumo mantenido no es lineal y parece depender de un constructor teórico denominado efecto de violación de la abstinencia (EVA). Este fenómeno consiste en un estilo atribucional que mediatiza la respuesta afectiva negativa después de un nuevo consumo y que surge en cualquier adicto que ha realizado un compromiso de abstinencia y que ha llevado a cabo cambios personales y ambientales para conseguirla y mantenerla.
En definitiva, y de un modo u otro, en lo que sí podemos estar de acuerdo es en que se precisa tanto un componente conductual como un componente cuantitativo para considerar el proceso de recaída. La frecuencia de recaída está directamente vinculada al período de abstinencia. Lo que es importante y tiene valor para el pronóstico es la tasa de abstinencia previa. Así pues, hay que encontrarse en período de abstinencia para recaer.
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