Autor: Ribera, Juan Carlos
Llevaba años queriendo dejar de fumar, pero no fue hasta éste cuando decidí hacerlo rotundamente.
Cuando visité a la terapeuta por primera vez me dijo que escribiera en una lista todas las ventajas e inconvenientes del hecho de dejar de fumar, ventajas que han ido evolucionando a lo largo del proceso: a los cinco días noté una mayor capacidad pulmonar, redescubrí antiguos olores que no percibía desde hacía años y se desataron sabores más intensos en mi boca.
Una sensación de bienestar indescriptible iba ganando la lucha a mi peor enemiga: la nicotina. A partir del segundo mes, me invadió la ansiedad y sentí un retroceso. Me planteaba por qué me había comprometido a dejar de fumar si tanto me gustaba… Gracias a la ayuda de la terapeuta, la familia y los amigos, además de los parches, pude superar el bache.
A pesar de ser este un cambio significativo en mi vida, me gustaría apuntar que, si bien me sentía más nervioso e inquieto, dejar mi adicción no me ha supuesto una variación importante en el carácter.
Ahora veo con nostalgia aquellos días en los que me fumaba ese cigarro después de comer o en las tertulias con los amigos… pero me siento bien conmigo mismo. Sólo el hecho de respirar libremente vale mucho más que un cigarro en las manos.
Dejar de fumar es despedirse de un “amigo” que te ha acompañado en muchos momentos de tu vida y, como tal, es duro pero no imposible.
Es notar esa bocanada de aire fresco por las mañanas, es saber que has elegido el camino a la salud… quizás sólo aquel que haya sido fumador más de 30 años puede comprender esta sensación.
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